sábado, 7 de marzo de 2015

DE MIS CAMPOS

Por un ancho callejón
cubierto de pastos verdes
donde la huella se pierde
entre el cardo cimarrón,
y bordeando un cañadón
poblao de juncos y teros
que dan su alerta campero
al sentir ruidos distantes
con tropilla por delante
van tranqueando dos reseros.

Ya el sol que quiere esconder
su disco detrás de un monte
se oculta en el horizonte
y comienza a anochecer…
el día al palidecer
pone al campo hondo silencio
interrumpido a momentos
por el ladrido de un perro
o el tañido del cencerro
que va rondando muy lejos.

Blanca y tenue cerrazón
viene los bajos cubriendo
y una luz apareciendo
denuncia una población.
Sobre un antiguo mojón
una lechuza parada
lanza de pronto asustada
su chistido de advertencia
y con rumbo a la querencia
marcha lenta una majada.

Cerca de un molino, echada
en montón, confusamente,
rumiando pacientemente
se encuentra una novillada;
una vaca distanciada
busca el ternero blanco.
Van unos patos volando
con destino a la laguna
y sobre el cielo la luna
su forma está recortando.

Después, silencio completo,
todo ha quedado callado.
Sobre el camino han parado
a hacer noche los reseros.
Brota el fogón, compañero
del que anda sobre la huella,
en lo alto algunas estrellas
de pronto han aparecido,
y ya los campos dormidos
reciben el beso de ellas.


Versos de Mario Rómulo De Olano

FLOR CRIOLLA

Entre grandes chañarales,
piquillines y brusquillas,
caldenes, jumes, jarillas
y muchos algarrobales.
Donde cantan los zorzales,
las calandrias y el boyero,
donde canta el teru-teru
y otras mil aves canoras,
vive sus últimas horas
el gaucho Braulio Lucero.

Es un rancho pobretón
que sostienen cuatro estacas,
con diez cabezas de vaca
que hacen círculo a un fogón.
Una yerbera, un porrón,
un mate y un asador,
un candil y un maneador
y en un cuerno de venao,
un ñandú recién boleao
con una picana flor.

De puerta un cuero estaqueao,
con el hollejo pa’juera,
sujeto a un marco’e madera
prolijamente cuadrao.
Tras de la puerta colgao,
un mate y un maneador,
un lazo, que es lo mejor
que se conoce en la zona,
se parece a una bordona
delgadito y zumbador.

Una tropilla entablada,
fiel al tin tin del cencerro,
varias ovejas, un perro,
diez chivos y una manada.
Una guitarra empolvada
que tiene en el clavijero
de azul y blanco un letrero,
bordado en cintas muy fina,
que dice: “Juana Molina,
pa’l gaucho Braulio Lucero”.


(según Tonito Rodríguez Villar, lo cantaba Félix Dardo Palorma. Lo cantaba... no que era el autor)