jueves, 28 de septiembre de 2017

POR TROPEZAR

             (relato)
1
Sucedió en una ocasión
que en la estancia “La Nombrada”
estando la paisanada
matiando junto al fogón;
un gaucho de la reunión,
hablando con voz potente,
dijo: “Si hay en los presientes
quien quiera probar un pingo,
yo lo invito pa’l domingo.
Tengo un moro reluciente”.
2
No faltó quien contestara:
“Acá está quien le retruca.
Será carrera macuca
con mi zaino malacara”.
Las condiciones se aclara;
depositan lo apostao
y como juez es nombrao
para más formalidá
a un gaucho serio, de edá,
y en carreras adiestrao.
3
Los paisanos se llamaban
uno, Alejandro Lindoro
-era éste el dueño del moro
que como a niño cuidaba-.
El otro, un tal Mendizabal
-que era del zaino su dueño,
lo atendía con empeño-
y siempre a toda carrera
llegó confiao y risueño.
4
Llegó el día de la carrera
y alrededor de la cancha,
la gente como avalancha
aquella largada espera.
Apostar jue cosa fiera
pues pa’ elegir áhi no había.
En esos fletes se vía
una divina hermosura:
era el zaino una pintura
y el moro una fantasía.
5
Seiscientas varas corrieron
y del punto de partida
la carrera jue reñida:
¡hocico a hocico venían!
Los apostantes decían
que ‘puesta’ debía de ser
pero vino a suceder
que cerca de la llegada,
el zaino dio una hocicada
y ansina vino a perder.
6
Aunque una amistá esistía
en los gauchos que he nombrao,
Mendizabal, enconao,
se jue pa’ la pulpería.
Áhi la giñebra corría
sin mezquinarle el garguero.
Y Lindoro, ya altanero,
por unas copas tomadas,
largando una risotada
alborotó el avispero.
7
Si hasta aura jueron amigos,
por palabras que tuvieron,
pelan los dos sus aceros
declarándose enemigos.
Áhi allí muchos testigos
de esa lucha sin ventaja.
Uno tira y otro ataja
y es la contienda pareja;
mientras las chispas reflejan
los golpes que se abarajan.
8
Al dar una atropellada,
da Lindoro un tropezón
dejando un claro al facón
que maneja Mendizabal.
Éste en el pecho lo clava
con un puntazo certero
y en un esfuerzo postrero
Lindoro, que es muy valiente,
aunque ya siente la muerte,
firme maneja el acero.
9
La herida lo debilita,
las piernas le tambalean
y aflojando en la pelea
baja el cuchillo y le grita:
“¡Ahijuna, suerte maldita
por tropezar me has clavao!”
Y el otro contesta airao:
“A mano estamos y envaino;
¡por tropezar, a mi zaino,
con tu moro le has ganao!”

Versos de Venancio Ramirez Abella

jueves, 21 de septiembre de 2017

PULPERÍA

Se detiene el camino en el palenque
dando frente a la “misma” pulpería.
Donde el cliente se anuncia, todavía,
golpiando el mostrador con el rebenque.

Un alero mesquino es la ante sala
y, en su lista de sombra, medios grises,
se revuelcan tirientos tres “gurices”
y una clueca hace carpa con las alas.

Dentro, todo se observa de un vistazo;
un estante que guarda cosas viejas,
y sobre el mostrador, tras de las rejas,
botellas, suciedad y algunos vasos…

Hay “fragancia” a las pipas del Mendoza
que fermenta el calor de plena siesta,
y las moscas zumbonas hacen fiesta
recorriendo los frascos, perezosas…

Lo demás, poca cosa; algunos bancos,
una mesa con naipes, los porotos,
en la pared carteles medios rotos
y un almanaque de Molina Campos.


Versos de Pedro Boloqui

MI AHIJADITO EL REGALÓN

Tengo un ahijao: Rumualdino,
que es criao como la humedá.
De pura casualidá
yo he resultao su padrino.
Nació en un día barcino
de esos de invierno, llorones,
y por deberle atenciones
al finadito su padre,
tengo aura ahijao y comadre
y nuevas obligaciones.

Antes de hacerlo mi ahijao
me costó unos patacones
pa’ hacer callar los gritos
de: “áhi va un padrino pelao”.
Cuando el curo le hubo hablao
no sé en qué lengua extranjera,
pagué por otra soncera:
pa’ que con agua limpita
que había en una juentecita
le lavaran la mollera.

Cuando se hizo un grandulón,
la madre de Rumualdino
me dijo: “Siendo el padrino
ya sabe su obligación.
Hay que darle educación
pa’ que no sea un atrasao,
sobre este punto he pensao
que hagamos d’él un dotor,
pa’ que gane al ser mayor
una banca ‘e dipuatao.”

Yo dije: “Pa’ mi es mejor
y aunque se enoje, comadre,
que salga como jué el padre
un hombre trabajador.
Que sea un criollo agricultor,
que manejando el arao,
sepa en el campo heredao
desparramar la semilla,
pa’ que después de la trilla
cobre su trabajo honrao.”

Pero triunfó la mujer,
y el muchacho regalón
resultó al fin un chambón
que agatas aprendió a leer.
A veces lo suelo ver
y me entristece endeveras,
porque al errar la carrera
me resultó el muchachito,
lo mesmo que un muñequito
escapao de una vidriera.

Habla con voz destemplada,
se hamaca cuando camina.
¡Potrillo de raza fina
que al fin no sirve pa’ nada!
Lleva melena engomada
que es dura como el cartón
y con la cola’e ratón
que usa como bigotito,
se cree que es mozo bonito
mi ahijadito el regalón.


Versos de Evaristo Barrios

miércoles, 20 de septiembre de 2017

LA BOLSA DE ARPIYERA

El día que te inventaron
naides habrá calculao
todo el uso que te han dao
en las cosas que te usaron.
De nuevita aprovecharon
tu tejido resistente
con un yeno permanente
levantao en la ocasión,
o colgada en el galpón
pa’ la cosecha siguiente.

Tanto coserte la boca
y tirarte las “orejas”
te jueron volviendo vieja
aunque no una cosa tioca.
El calador te provoca
una herida que no cose,
y hacían con vos pa’ las doce
la bandera de avisar,
a la hora de almorzar
pa’ que te vieran con goce…

Yo te usaba en el recao
de carona o sudadera
y hecha cincha chacarera
con un prolijo doblao.
A un bagual recién montao
servís pa’l ojo tapar
y yo te sabía atar
tantas veces a los tientos,
con destintos alimentos
que solían encargar.

Pa’ pelar, en la carniada,
o en la melga, de bandera,
y limpiar la volcadera
anterior a la engrasada.
También te he visto doblada
en el asiento’el arao
en los días que había helao;
y te vide cuando el pión
hacía de vos un colchón
y hasta lo hubieras tapao…!

De improvisao capuchón
pa’ no mojar la moyera
también sirvió la arpiyera
y pa’ tapar el recao.
Yo la vi de cortinao
hasta en una jinetiada
-¡pa’l que no paga la entrada!-;
y en un asao, pa’l pueblero,
vos juiste mantel campero
bien abierta y bien lavada.

Diste calor a mis pies
en los suecos o en las botas
si las medias ‘taban rotas,
y te tiraba después…!
Hoy maduro, ya lo ves,
de mi estirpe chacarera,
una décima surera
con desparejos renglones
resaltó tus condiciones
vieja bolsa de arpiyera…!

En artesano morral
pa’ la avena de un cuadrero
también te usó el chacarero
si no había otro material.
Pa’l moquiyo -que’ra un mal-
se te usa pa’ un ahumao
y de lo que he recordao
es una parte nomás,
porque en muchas cosas más
en el campo se te ha usao.


Versos de Agustín A. López